Cachorra de pata quebrada,
del barro y del lazo, del hambre y del horror, fue por mí rescatada.
Su ser mutilado y aterido de miedo, me dio ternura y la he curado.
Es una perrita, peluche de cuerpo cálido, que ha roto mi Monólogo pues no cesa de hablar.
Con suaves ladridos en multitud de tonos, mantiene sin decaer la más animada conversación.
El largo rabo, cola monocolor de pavo real, me cuenta sus alegrías sus penas o que quiere jugar.
Sus pequeñas orejas, antenas triangular, me dicen si quiere comer o si la he de sacar.
Y con sus patitas me pide perdón, si cree que estoy enfadado o me regaña si la he enfadado yo.
Su nariz, húmedo calor, rastrea mis manos para hacerse acariciar.
Y sus ojos ¡Dios mío, sus ojos!, me están gritando su amor y su fidelidad.
Enrique Núñez
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